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Reseña

UN COLOR INEXISTENTE (poemas)
“ITINERARIO LÍRICO Y VITAL” por Jorge Ariel Madrazo
(La Nación, 02/06/02)

Atrae la atención en este nuevo poemario de Luisa Peluffo  - Premio “Carmen Conde” 2001 – la ductilidad del lenguaje poético y la riqueza de imágenes; una frescura expresiva que, con el correr de las páginas, da cabida sin embargo a un tono más reflexivo y melancólico.

 

Peluffo, autora de una obra amplia y galardonada, se muestra aquí capaz de recrear con calidez tanto la exuberancia del reino natural que algún día enmarcó a la infancia como las vicisitudes del espíritu en el pasaje a la edad adulta. La sucesión de breves capítulos, desde “En la Isla de Mandioca” hasta que cierra el volumen, “Un color inexistente”, configuran un  itinerario lírico-vital iniciado en aquella niña que “asoma su animal salvaje” y que “huele a intemperie.”

 

La luminosidad vibra, ya desde las primeras líneas, en el río, la casa o el patio donde tienen lugar los ritos iniciáticos de la niña que mañana será la mujer, cuyo cuerpo “almacena/ un olor tibio a dulce/ espesándose en la cocina”. De a poco irrumpe la figura del hombre y con él otra iniciación: “Ella sabe que él desatará/desprenderá soltará rasgará...” La sugerencia erótica cobra fuerza; el mismo patio hasta ayer colamdo por: “los ángeles/ de la primera comunión/ el merengue de la torta/ el arroz con leche/ y la nube con forma de oveja” ahora está vacío: apenas si el cantar de las chicharras asiste al quejido de la piel entreabierta. Piel y carne velarán la “axila/ de raíz turbulenta/ ácida/ y mojada” de la niña-novia del poema “Retrato” en el que Peluffo evoca el “color violento y amarillo” de Van Gogh en Auvers-sur-Oise.

 

El despertar sexual de la niña recién casada, cuando “la proa del barco/ se hunde como una daga en/ el agua poderosa y la divide/ en dos mitades impecables”, da paso luego a otra violencia, la de la yarará y su minúscula mordida que rompe la aparente armonía; el aire de infantil cantinela se transforma en un registro de áspera sobriedad: “Alguien teje/ la muerte es vanguardia/ no hay aplausos// La muerte/ es absolutamente moderna.” Y, en el tránsito gradual a un enfoque más distante, aparece un “usted”.

 

Así, se nos dice que usted, el hijo de la niña, ensaya el sonido de las palabras. “Aprende que la palabra pan se come/ Que la palabra agua se bebe.” Y si antes la mujer amasaba en la cocina “mil hojas dulcísimas”, ahora es el lugar de la pena: “La taza se quiebra/ un pedacito se va/ por el desague.” No asombra que las siguientes secciones se titulen “Lejos”, “Puertos”, “Intemperie”.

 

El poemario se corona con estos versos tan eficaces como reveladores: “Usted fuerza las puertas/ y se abre de golpe/ a un vacío deslumbrante.// A la deriva/ comienza a escribir.// Lo desconocido/ que hay en usted/ escribe.” Bien lo sabe Luisa Peluffo, poeta de raza.

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